Lo mismo ocurría en un lugar llamado Chaco Paraguayo
donde no se conocía el fuego y los indios que allí vivían –
desconociendo el brillo y el calor de la lumbre – comían su comida
cruda.
Un día, un indio salió a cazar muy temprano, pero no logró cazar nada. A
la hora de comer, sintió tanta hambre que buscó algunos caracoles.
Y estaba comiendo caracoles crudos cuando, de pronto, vio un enorme
pájaro que llevaba un caracol en el pico. El pájaro voló hasta un árbol
que estaba algo más alejado, dejó el caracol cerca del tronco y salió
volando a buscar más.
El indio vio todo esto. Observó también que cerca del árbol salía mucho
humo porque al lado del árbol había una hoguera.
"Es una nube que sale de la tierra", pensó el indio, porque nunca había
visto el humo, ni siquiera conocía la palabra humo.
Cuando el enorme pájaro se marchó a buscar caracoles, el indio se acercó
al lugar de donde salía el humo y allí vio muchos palos colocados unos
sobre otros. Estaban rojos y daban calor.
Y sobre los palos vio los caracoles que el pájaro había puesto a
cocinar.
Entonces se acercó y probó dos o tres de aquellos caracoles. Le
parecieron tan ricos que se dijo: "Nunca más comeré comida cruda. Ni yo,
ni mi familia, ni mis amigos. Nadie volverá a comer comida cruda".
Y después tomó unos cuantos palos encendidos y escapó corriendo. No paró
hasta que llegó a la aldea donde mostró el tesoro que había encontrado y
todos se pusieron muy felices. Enseguida todos fueron a buscar provisión
de madera a la jungla, para mantener vivo semejante descubrimiento, al
que le dieron el nombre de "tathla" o fuego. Aquella noche pudieron
cocinar su carne y sus verduras por primera vez. |