Pero en las noches de Luna Oscura,
cuando Ella ocultaba su rostro blanco sumergiendo a la tierra en un mar
de tinieblas, entonces las criaturas de la oscuridad, los espectros y
los fuegos fatuos, los seres viscosos más viejos que el tiempo, surgían
de los pantanos para conducir a los caminantes a la boca de la muerte.
Cuando Ella lo supo se sintió furiosa. Cubrió su luz clara con un manto
de terciopelo negro y descendió al mundo mortal.
En los pantanos no había más luz que el suave resplandor de sus pies
sobre la tierra oscura y húmeda. Las criaturas de la oscuridad saltaron
sobre Ella entonces, la hicieron caer al agua estancada y la retuvieron
enredándola en las raices frías de las plantas acuáticas.
La capucha que cubría la cara resplandeciente de la Luna calló
precisamente cuando pasaba junto al pantano un viajero extraviado, y su
luz se extendió por la superfície del agua. Dando las gracias por
haberse salvado de una muerte segura, el hombre volvió a su casa
rápidamente, sin pensar ni un instante de dónde había surgido la blanca
luz salvadora.
Y mientras, las crueles criaturas de la noche hundieron aún más a la
Luna, y pusieron una enorme piedra sobre su pecho para que nunca más
pudiese salir.
Muy pronto, sin embargo, la gente empezó a preguntarse que había sido de
Ella. Las noches pasaban, una detrás de la otra, siempre iguales,
siempre negras, y la luz no volvía. Solo entonces el caminante recordó
la plateada luz de los pantanos, y comprendió lo que había sucedido.
Llamó a la gente del pueblo y les dijo "La Luna se ha ahogado en los
pantanos" y allí se dirigieron, con cuerdas y luces.
En el lugar donde el viajero había visto la luz no había más que una
piedra, más negra que la misma noche, surgiendo del agua estancada.
Tiraron y empujaron, durante las largas horas oscuras, entre las
furiosas criaturas nocturnas de las que solo les separaba la débil luz
amarilla de sus lámparas.
La piedra cedió. Se movió a un lado y la hermosa Luna, de rostro blanco
y luminoso, apareció debajo. Y ante los ojos asombrados de los aldeanos,
la Luna Ahogada flotó sobre los pantanos y subió a ocupar su lugar en el
cielo.
Y desde ese día, dicen, la Luna brilla aún con más fuerza sobre ciénagas
y pantanos, manteniendo así alejados a todos los espíritus malignos que
pueblan la oscuridad. |